Odio hacia los animales (Misoteria). Origen y actualidad.

Este artículo pretende abarcar los aspectos actuales de lo que Jim Manson
(coautor de “Factorías Animales” junto a Peter Singer en los años 80)
denominó “Misoteria”, literalmente (del griego): odio a los animales. Este
término lo utilizó en su libro “Un Orden Antinatural” donde se señalaba, como él
mismo contaba en una entrevista, que el advenimiento de la agricultura era el
origen del dominionismo de la humanidad hacia otros animales no humanos.
Según sus propias palabras, antes de la agricultura la gente se sentía, en cierta
manera, emparentada con los animales, pero la aparición de la agricultura
echaría todo eso a perder, los animales fueron bajados de sus pedestales para
ser controlados, explotados, comprados y vendidos. Ese cambio de actitud, el
cambio de consideración de parientes a individuos inferiores, llevaría a actuar
hacia ellos con miedo, asco y desprecio. Este proceso se habría iniciado en
torno a 3.000 años a.c., con la aparición de las primeras civilizaciones
históricas, como la de Mesopotamia.

Para Manson, las primeras civilizaciones agrícolas crearon un montón de mitos
que les permitiría mantener la esclavitud animal y la subyugación de la
naturaleza en general. El término misoteria recoge pues el conjunto de mitos
que ayudaron a ese propósito, mitos que han llegado hasta nuestros días,
asimilados principalmente en la cultura occidental; los animales son viciosos,
peligrosos, astutos, traicioneros… y por eso es necesario mantenerlos bajo el
yugo humano.

La Misoteria trabaja en dos direcciones: por un lado, es un factor
“desensibilizador”, normaliza la falta de sensibilidad y empatía hacia los
animales, y a la vez instala ideas erróneas acerca de los animales y la
naturaleza.

El odio también se podía transferir hacia gente considerada más cercana a los
animales y a la naturaleza, y pasarían a ser “salvajes” o subhumanos
(animales, en otras palabras). La misoteria estaría detrás del trato que los
europeos daban a otras culturas que colonizaban, y sería el fundamento del
esclavismo, su justificación.

Según el autor, la clave para la deconstrucción de la misoteria, perpetuada
desde hace 100 siglos de esclavitud animal, es la ciencia. Y realmente es así;
la ciencia puede evidenciar las mentiras y los falsos mitos acerca de la vida
animal, de hecho la etología y la biología ya han desmontado la mayoría de
ellos.

Pero exploremos un poco el estado actual de esas falsedades y qué factores
ayudan a mantenerlos en la actualidad.

Antes hay que aclarar que la misoteria solamente es una rama de ese gran
árbol llamado especismo, es decir, el sistema de creencias basado en una
supuesta supremacía humana que justifica la discriminación de otras especies
animales. El árbol del especismo tiene raíces largas y muy profundas. En
nuestra sociedad es difícil inhibirse completamente de un pensamiento tan
arraigado e integrado en nuestra consciencia colectiva, con refuerzos culturales,
religiosos, sociales y hasta lingüísticos; utilizamos expresiones especistas, por
ejemplo comparando a personas con animales para insultarlas, muchas de
ellas con una gran carga de odio hacia esos animales nombrados.

En la tradición rural de diferentes pueblos y ciudades se han ido estableciendo
categorías de animales en función siempre de su utilidad al hombre, y más
concretamente para el campesinado. Al margen de los animales aptos para ser
explotados, a los que se consideraban, y consideran, solamente recursos,
existe una clasificación básica de los animales silvestres tan simple como:
animales buenos y animales malos. Esta clasificación surge fundamentalmente
de la consideración de una especie animal como competidor o no competidor
del hombre (depredadores y no depredadores). Un ejemplo paradigmático de
una especie considerada tradicionalmente “buena” por el campesinado en
España y otros países, es la golondrina; esta pequeña ave siempre ha sido
bienvenida al ser considera
a aliada humana, se comen los mosquitos y otros
molestos insectos para la gente. Además, la llegada de estas aves siempre ha
tenido un valor simbólico en el campo; llegaban anunciando la primavera, lo
que significaba que había terminado la etapa más dura y peligrosa para la
supervivencia de la familia campesina: el invierno.

En el extremo opuesto, y dentro de la categoría de animales “malos”,
encontraríamos un grupo de especies agrupadas bajo el nombre de “alimañas”,
un conjunto impreciso de animales considerados tradicionalmente
competidores del hombre y potencialmente peligrosos para sus intereses. La
palabra alimaña no solo recoge siglos de cultura especista, sino que añade una
carga de odio hacia estos animales, a los que se les atribuye defectos
humanos como la maldad y la codicia, por el simple hecho de buscar su
sustento diario para poder sobrevivir ellos y su familia.

La palabra alimaña está tan cargada de desprecio que se puede utilizar como
uno de los peores insultos en castellano. En España las especies sobre las que
ha recaído este odio ancestral han sido mamíferos como el lobo, la garduña, el

gato montés, el lince ibérico, el tejón, la comadreja, la gineta, el meloncillo…
pero también se podrían incluir aves rapaces y reptiles. De entre todas estas
víctimas del odio hay una que podríamos destacar, un animal protagonista de
toda una tradición oral y literaria que le otorga una imagen tan pésima como
injusta: el zorro. El único delito de este animal es su excelente capacidad de
supervivencia en las condiciones más extremas viviendo en solitario. Esta
capacidad se tiene que multiplicar necesariamente cuando se trata de una
zorra en periodo de crianza. La valentía y audacia de las hembras de la
especie para asegurar el alimento de su prole debe ser la razón por la que el
campesino siempre se ha referido a esta especie en femenino, ya que eran
ellas a las que se consideraba como un mayor peligro para sus intereses.

El desamparo por parte de las administraciones, a diferencia de otros
depredadores, y la estigmatización que sufren los zorros en nuestro país, es de
tal magnitud que todavía actualmente se celebran campeonatos de caza donde
se premia al cazador que más zorros mata en una jornada.
Y es que si hay un sector de la población que hoy día encarna la esencia de la
misoteria es la actividad de la caza y sus agentes: los cazadores.

En los últimos años esta actividad está no solo en el punto de mira del
movimiento animalista internacional, sino que está siendo cuestionada también
por amplios sectores de la población.

Matar animales por diversión, de las formas más miserables, es cada vez
menos defendible en sociedades que avanzan, lenta pero firmemente, hacia
una mayor conciencia ética con respecto al trato que damos a los animales.
Los cazadores, conscientes de ello, han ido desplegando toda una serie de
estrategias en los últimos años encaminadas a desactivar el cuestionamiento
de su actividad: refuerzan los mitos y el odio hacia las “alimañas”, culpan a
otras especies de suponer plagas para el hombre, de destruir el medio, etc.
Todo vale con tal de que los mismos cazadores puedan después
autoproclamarse como “salvadores” necesarios de las economías rurales e
incluso los “conservadores” del medio ambiente. Patrañas que se desmontan
fácilmente cuando aprendemos que son los mismos cazadores los causantes
de todos esos desajustes en el medio natural (sueltas de especies de fincas
cinegéticas, aniquilamiento de depredadores, etc.)

Se puede concluir que un cazador necesita alimentar el odio hacia los animales
para poder asegurar la continuidad de esta actividad, para poder seguir
matando.


 

TANO ROS 8/03/2021


Comentarios

  1. Muchas gracias por este artículo tan interesante, es muy importante una mirada al fondo, al inicio, en definitiva a la historia, sin la cual es casi imposible avanzar... quienes defendemos los derechos de los demás animales a ser considerados como lo que son: seres sintientes al igual que nosotras, que en definitiva son "alguien" no "algo", necesitamos herramientas, que cómo esta, nos ayuden en la ardua tarea de "abrir" consciencias.

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